Sánchez con su imagen por los suelos


No ayudan mucho sus socios comunistas de Gobierno que, dicho sea de paso, no saben qué régimen gobierna en Cuba.

Pedro Sánchez paseando con su asustadiza esposa durante su inútil viaje a Nueva York.

Por Jesús Salamanca Alonso / España no había dejado de ser una olla a presión y el presidente Sánchez, como si todo estuviera resuelto en España, se marcha de viaje ocioso e inútil a Nueva York. Lo cierto es que allí no ha conseguido nada: ni inversiones, ni confianza, ni nuevas promesas de facturación ni nuevos proveedores. La desconfianza económica en España es tal que, mientras el empleo esté en manos comunistas y la política con dependencia socialista, tendremos menos inversiones foráneas que un tacaño en Cataluña. Si Sánchez pensaba que tal vez mañana podrían cambiar las cosas, lo cierto es que –como decía Juan Manuel Serrat—ese mañana es sólo un adverbio de tiempo.

Con todo lo que arrastraba el ‘Doctor cum fraude’ y el remate de su viaje a Nueva York, su imagen está por los suelos. No ha evitado que España siga siendo una olla a presión, como ya decíamos hace unos días. Es más, la ciudadanía se ha hartado, el malestar popular es un hecho y crece de día en día. Los despropósitos del Gobierno no cesan; da igual que estuvieran los ministros anteriores o los que han llegado. Nada ha mejorado y, viendo la reforma laboral que pretende el comunismo de ‘taburete y sombrilla’, vamos a peor, muy a peor. Y añado que el presidente está buscando una salida al comunismo. Está obligado a dar explicaciones sobre sus juramentos pasados: “¡Nunca pactaré con Bildu!”, “¿Quiere que se lo repita una y cien veces?”, “¡Jamás pactaré con partidos populistas!” …

Los indultos han acabado de destrozar al Gobierno y a su presidente. No se librará de improperios allá donde acuda. Pasó en Ceuta, en el Palacio Real de Madrid, en Valladolid… El episodio más reciente se ha producido en su visita a Galicia: durante la celebración del patrón de España, Felipe VI y Alberto Núñez han comprobado cómo el pueblo gallego los recibía con aplausos y otras manifestaciones de júbilo, en tanto que a Pedro Sánchez, alias ‘Pinocho’, se dirigían con merecidos improperios y soeces expresiones. El falso ‘Doctor’ ya no engaña a nadie. Ni en Nueva York han querido recibirle, a pesar de decir (perdonen que me ría) que “él es un político que cumple, en tanto que la oposición es vocinglera”. ¡Qué poca dignidad! Miente tanto que acaba creyéndoselo.

Según me decía un alto cargo autonómico, es una preocupación recibir al presidente del Gobierno:  “Bien está que lo ‘crucifiquen’ a insultos, si lo desean, pero también sentimos vergüenza por la cara que pone y su expresión de cordero degollado”. Y, por si no era suficiente, “suele acudir a los actos con ridículas vestimentas: todavía está en la época de los pantalones de pitillo, cual saltimbanqui decimonónico”. ¡Es más antiguo que las túnicas fariseas! Como fariseo es insuperable. Tampoco ayudan mucho sus socios de Gobierno.  

¿Cómo van a ayudar a Pedro ‘Plagio’ insistiendo en que “hay que derribar todos los pantanos porque son obra del franquismo?” (Belarra, dixit). Menos mal que no insisten en que hay que eliminar las pagas extraordinarias de Navidad (invierno) y del 18 de julio (verano), como decía hace años un liberado de un sindicato obrero, de esos que se llaman de clase; es decir, que son clasistas con cubierta, bañado de tintes y retoques fascistas.

Confío en que no propongan derribar hospitales y escuelas, eliminar la Seguridad Social o suspender el acceso a la universidad de los más necesitados. La siniestra ultra suele alardear y no deja de plantear insensateces del odio al pasado y, en particular, al ‘franquismo’; régimen con el que muchos falsos izquierdistas vivieron hipócritamente de tapadillo y recibiendo prebendas mil.

Cada vez menos ciudadanos entienden las medidas que está adoptando el ‘desgobierno’ sociocomunista. Miedo me da cuando Sánchez empiece a hacer caso a su jefe de Gabinete, Óscar López. El carajal que puede llegar a montar desde su “War room” puede ser de órdago a la grande ya que se asemeja mucho a su homónimo, el alcalde de Valladolid: con tal de mantenerse y chupar de la canoa son capaces de atizar al mono hasta que aprenda el catecismo, llegando – incluso– a planchar huevos y freír corbatas de ocasión. Doy fe.

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