LOS RÁBANOS POR LAS HOJAS /
El reencuentro. Los dos grandes líderes del independentismo catalán, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, presidente y vicepresidente del Govern de la Generalitat que perpetró el golpe del 1-O, han vuelto a verse cara a cara 1.349 días después.
La imagen de Puigdemont y Junqueras cuatro años después era reclamada por gran parte del movimiento separatista, toda vez que ambos emprendieron un camino distinto tras la fallida declaración unilateral de independencia. El ex presidente emprendió una huida a Bélgica de la que sólo informó a su número dos con posterioridad, cuando Puigdemont ya había puesto pies en polvorosa. No volvieron a hablarse.
Las condiciones legales de ambos (prófugo uno e inhabilitado el otro) han cambiado desde entonces y les obligan a ejercer su poder e influencia en la política catalana y nacional a través de personas interpuestas. También son muy distintas, y distantes, las relaciones personales entre ambos. Pero ninguno de estos factores son inconveniente para que sus partidos sigan gobernando Cataluña en coalición bajo un proyecto común: la ruptura con España.
La cita se ha celebrado en la mansión que el prófugo disfruta en Waterloo (Bélgica), adonde el líder de ERC ha llegado acompañado por la ex presidenta del Parlament Carme Forcadell y los ex consellers Raül Romeva y Dolors Bassa, todos ellos indultados hace dos semanas por el Gobierno de España. En la residencia les esperaban, además de Puigdemont, el también ex conseller fugado Toni Comín y el rapero Valtonyc, condenado por enaltecimiento del terrorismo y humillación de las víctimas.
Un hecho anecdótico que, quizá, no lo sea tanto: el caso es que, después de casi cuatro años sin verse, Puigdemont no ha salido a recibir inicialmente a Junqueras ni al resto de dirigentes indultados de ERC por el procés hasta minutos después de que este último entrara en su residencia para que saliera a hacerse una foto de grupo.
Y es que además de las desavenencias personales, que son muy profundas, el enfrentamiento entre Puigdemont y Junqueras se explica por la lucha de sus respectivas fuerzas políticas por la hegemonía dentro del campo independentista. El líder de JxCat pretende mantener la dirección del procés desde Waterloo y apuesta por la estrategia de choque de trenes contra el Estado español. En este sentido, ha mostrado reiteradamente su escepticismo sobre los indultos.
Por su parte, ERC rechaza la tutela de Puigdemont sobre el Gobierno de Pere Aragonés. Junqueras ha renunciado además, al menos sobre el papel, a la vía unilateral y quiere reactivar la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez. Dos visiones opuestas que enfrentan entre sí a los dos socios de coalición en el Gobierno catalán.
La intención inicial de Junqueras era que este encuentro se hubiera producido ayer en Estrasburgo, aprovechando que había pleno en el Parlamento Europeo, en el que Puigdemont es eurodiputado. Sin embargo, el líder de JxCAT renunció a participar en él para forzar a Junqueras a desplazarse a Waterloo, desde donde el prófugo mantiene el imaginario de una presidencia de la Generalitat en el exilio a través del denominado Consell per la República.
La cita en Waterloo debería servir como el primer paso para cicatrizar heridas y dar nuevo aliento a la parte de la sociedad catalana que les sigue en su propósitos de ruptura con España. «Ese encuentro haría feliz a mucha gente», reconoció hace unos días el ex conseller Jordi Turull, tras abandonar la cárcel con esta proclama: «Nuestro compromiso con lo que empezamos el 1-O no es parcial, ni reversible, ni condicionado».
Este miércoles, el hombre de paja de Junqueras al frente de la Generalitat, Pere Aragonés, ha recordado a Sánchez la factura del apoyo de ERC a su Gobierno. «El referéndum de autodeterminación es inevitable», ha afirmado durante el pleno del Parlament.
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