«Los que no quieren que escuches el latido, mi latido, te ofrecen derechos. Derechos para mudar tu vientre en un patíbulo, tu vida en un remordimiento y tu futuro en un tormento».

Por Eduardo García Serrano / El latido es el susurro de la vida, es la epifanía de su pulso y de su fruto, y es la profecía que anuncia al hombre. Por eso no quieren que lo escuches, madre.
Te ensordecen con ruido y fanfarria, con charanga legislativa que eleva tu voluntad, emponzoñada de miedo y zozobra, por encima y más allá de la vida. De mi vida, madre, la que Dios me ha dado en la fertilidad de tu vientre, que es donde vivo y habito esperando ver la luz. Y con la luz, a ti, madre.
Los que no quieren que escuches el latido, mi latido, te ofrecen derechos. Derechos para mudar tu vientre en un patíbulo, tu vida en un remordimiento y tu futuro en un tormento. No oirás mi latido, pero sí mi lamento. Eternamente. Lo sé porque yo si te oigo a ti, madre. Oigo tus lágrimas y tu voz, tu latido y tu respiración. Las oiré siempre. También después de morir en tu vientre.
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