Grande-Marlaska había volcado el peso de la ley en un policía para no condenar a los etarras; el policía tan sólo había disparado al aire para evitar ser atropellado y linchado.
Por Jesús Salamanca / Releo mis notas y consulto los archivos sobre terrorismo vasco y compruebo que, efectivamente, el diario ABC, en su sección de NACIONAL, el miércoles 17 de septiembre de 1997, publica un titular llamativo y preocupante: “Un juez de Bilbao acusa a un ‘ertzaina’ y exculpa a sus agresores proetarras”. Yo preguntaría a Marlaska que recordara qué es lo que dijo de él Eduardo López, representante policial. También le preguntaría por Julián Achurra, alias “Pototo”, que fue quien dio el visto bueno para secuestrar a José Antonio Ortega Lara. ¡Habla, Marlaska, habla y, después, dimite! Sé que el miedo le acorrala y su cobardía es connatural.
No parece recordar el resentido ministro que le advirtieron a tiempo sobre cómo la cobardía era incompatible con el terrorismo y su permanencia en la Judicatura. Había volcado el peso de la ley en un policía para no condenar a los etarras; el policía tan sólo había disparado al aire para evitar ser atropellado por etarras vandálicos y ahuyentarlos. El entonces juez alegó imposibilidad de identificar a los agresores terroristas, a pesar de que en los informes sí aparecían sus nombres.
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