Vulgar manipulación en «El Imparcial.es»


«No podía  imaginar que trataba con aprovechados de, al parecer,  mermadas conciencias», dice Ignacio Fernández Candela.

"Mobbing", la nueva plaga del siglo XXI. Conocido como la forma de actuar de los más cobardes.

«Mobbing», la nueva plaga del siglo XXI. Conocido como la forma de actuar de los más cobardes.

Por Ignacio Fernández Candela / Partiendo de la base de que la hipocresía no es amable, solo es una apariencia de la falsedad, Carmen de la Vega, responsable de colaboraciones, sobrina del editor de El Imparcial, José Varela, presidente de la Fundación Ortega-Marañón, era la cómoda de aspecto pijo que iba de legal ocultando otras facetas inherentes al cinismo radical. Tratar con ella fue encontrar toda la amabilidad proporcional al engaño que escondía tras sus melindrosas salutaciones por correo.

En la Antigua Alemania nazi, los campos de concentración donde gaseaban con Ciclón B a las víctimas contaban con asistentes de la muerte que se comportaban de distintas maneras. Estaban los criminales que no disimulaban su crueldad y existían otros que con una sonrisa invitaban a los que iban a ser ejecutados a darse una ducha para asearse y quedar muy limpitos. Criminales todos. Esa sonrisa hipócrita de los ejecutores era suficientemente tranquilizadora para que los futuros muertos no advirtieran la intención asesina de los verdugos hasta el momento en que se procediera al exterminio.
Carmen de la Vega no es una nazi, por supuesto, era solo un ejemplo. Sin embargo, esgrime con una sonrisa las  artes del engaño siendo el frío brazo ejecutor de las manipulaciones practicadas contra mi trabajo en El Imparcial.

La guarrada se veía venir y mucho tiempo antes de que Joaquin Vila luciera su gran cinismo  arguyendo que se prescindía de mi trabajo por su «escasísima» calidad y por no leerse (ruines mentiras que refuto con pruebas en este blog), ya había mandado yo correos a Carmen de la Vega que  dejaba entrever, detrás de la mascarada de la amabilidad,  la falsedad con que se había conducido con repulsivo disimulo meses atrás.

Sus correos siempre los iniciaba con un «querido Nacho» y los despedía con un abrazo. Formas de aparente amabilidad que camuflaban otros fondos personales de honestidad incierta.

Grave error pensar que trataba con gente trasparente. No he visto dignidad en lo elemental y sí un oportunismo barriobajero estilado con esa fingida elegancia de los falsos con ínfulas de intelectualidad y boato gentil. No podía  imaginar que trataba con aprovechados de, al parecer,  mermadas conciencias. La hipócrita condición de quienes viven muy bien aprovechándose del esfuerzo de los demás.

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