Una reforma universitaria digna de papelera


La nueva reforma universitaria encarecerá considerablemente la matrícula de la universidad.  

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Por Jesús Salamanca AlonsoSorprende que el señor ministro piense que «si todos los grados pasan a tres años, las familias ahorrarán alrededor de 150 millones». Con esas declaraciones, el señor Wert hace que todo el mundo le pierda el respeto. Muchos estaríamos dispuestos a correrle a gorrazos cualquier día. Para volver a tres años de carrera, no hacían falta estas alforjas ni la renovación que se ha llevado a cabo.

El Plan Bolonia ha sido nefasto en cuanto a nivel educativo: ha descendido considerablemente el nivel de estudios, el profesorado se ha visto desbordado y ha salido del paso como ha podido, además de que las universidades han dado un paso al frente por obligación, pero nunca con convencimiento. No entiendo que, desde el MECD, se quiera hacer menos competitiva una titulación, pero empiezo a entender que en la UE se minusvaloren las titulaciones españolas.

Dejar en manos de las universidades españolas la duración de los grados y de los másteres me parece una estupidez de grueso calibre. Y si a ello añadimos que cada comunidad autónoma se cree un Gobierno soberano, entonces estaremos haciendo un pan como unas tortas. Pero unas tortas cojonudas de malas y diversas. Una cosa es la autonomía universitaria y otra la dejadez ministerial. Y ésta, precisamente, no es aconsejable porque bastante desidia hay ya en las comunidades gobernadas por el Partido Popular y el Partido Socialista.

No voy a enredarme en valorar la opinión de José Ignacio Wert respecto a  que «solo uno de cada cinco estudiantes hace un máster después del grado». Lo que sí es cierto es que buena parte del alumnado no puede costearse la matrícula de un máster. Doy fe porque lo estoy comprobando a diario. Según sus datos, menos de la mitad de los universitarios realiza un curso de posgrado, pero…. ¿se ha parado a pensar el MECD por qué sucede eso? No me sirve decir que rebajar el grado a tres años supone un ahorro superior a 150 millones para las familias. ¿Y para qué sirve un grado sin la alta especialización que proporciona un máster? ¿Pero de qué va este ministro? ¿Cómo ha podido entrar si ya no cabía ni un tonto más en el territorio patrio? ¿Quién ha tenido la tontuna torpeza de nombrarle ministro de educación, cultura y deportes? ¿Acaso Rajoy tiene predilección por la cultura del mediocre y el incomprendido?

La tontería de Wert queda respaldada por su afirmación respecto a que «en las carreras no habilitantes para ejercer una profesión, la matrícula del máster es más cara que la del grado». Con tanta barbaridad como le hemos escuchado, no es de extrañar que se enrede él solo.

Ahí tienen a los expertos del PSOE diciendo que «esta reforma ahonda la brecha social de desigualdades y reduce la calidad educativa». Pues sí, señores del PSOE, esta vez tienen razón, pero la reforma aprobada por el Consejo de Ministros no parece que tenga marcha atrás. Habrá que esperar a que Podemos (El PSOE está descartado para tocar poder y el PP en la línea de estarlo) haga una reforma universitaria que acabe con la endogamia universitaria. Claro que, si se lo toman en serio, desaparecería ellos mismos de la Complutense por lo que todo el mundo sabe.

Para que nadie se llame a engaño hay que aclarar que algunos  rectores de las universidades españolas son más peligrosos que una bicicleta en una gran ciudad. Deberían dar la cara quienes sí han pedido la reducción de grados. Es un hecho que, cuando se adoptó la decisión de implantar el sistema actual de 4+1, la mayoría de los rectores se inclinaron por el 3+2. Y eso es una verdad como un templo, no una postura ni una inclinación. Bien es cierto que, como apunta el actual rector de la Universidad de Valladolid: «Dejar que cada uno haga lo que quiera es el sálvese quien pueda».

Me sorprende que salga a la palestra de los medios de comunicación la secretaria de Estado de Educación, señora Gomendio, diciendo que «necesitamos tiempo para evaluar la implantación de Bolonia». Por Dios, señora, ya está bien de decir insensateces sin medida ni sentido, eso hay que hacerlo antes de llevar a cabo el cambio que apunta el MECD. Cuando se mezcla el interés, la pretensión y el querer complacer a todos, lo que resulta es una patata. Pero una patata cojonuda y aplastada. Como dice un proverbio: «Reza pero no dejes de remar hacia la orilla».

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