Como le sucedió en 2010 a Zapatero, ha constatado a la fuerza que cuando los problemas se ponen serios importan más las voces de fuera que las de dentro.

Viñeta de LINDA GALMOR.
La ventaja de las personas sin principios es que hay ocasiones en que pueden acertar al rectificarse a sí mismos. Sánchez lo hizo esta semana con ese aplomo tan suyo para el autodesmentido, esa naturalidad con que en horas veinticuatro es capaz de sostener dos criterios distintos sin necesidad de justificar el motivo.
No era difícil, de todos modos, adivinar la procedencia de la luz paulina que lo derribó del caballo pacifista: dimanaba de Bruselas, de Berlín o de alguna otra cancillería donde no gustan las actitudes descomprometidas después de haber apoquinado miles de millones para que España mantenga a flote su economía. Pudo ser Von der Leyen, o Stoltemberg, o Scholz, o acaso ese Borrell que ha rescatado la oratoria enardecida -«nos acordaremos de quienes no estén a nuestro lado»- de sus tiempos de adalid antinacionalista. Sigue leyendo
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