El profesorado está fracasando y los niveles son angustiosos: se ocupan y preocupan más de la política represiva que de la enseñanza, algunos son verdaderos cafres y delatores.
Por Jesús Salamanca Alonso / Las cosas se ponen feas en Cataluña, pero también para los propios catalanes. El complejo catalán se agudiza y, cada vez con más insistencia, el alumnado se rebela contra el profesorado y contra el sistema educativo catalán. La división irreconciliable de familias catalanas es un hecho y el sufrimiento de familias de policías y otros profesionales llegados a Tabarnia y Tractoria empieza a cambiar en algunas zonas.
Los padres han luchado y callado para que los hijos no revelaran la profesión de sus progenitores, pero la generación de ahora (sobre todo en los niveles de los últimos cursos de secundaria y de todo el bachillerato) ya planta cara al profesorado sectario, represor, degenerado y anclado en el seguidismo del catalán. La catalanofobia que practicaba la generación anterior empieza a ser pasado: los muchachos de entre 14 y 17 años empiezan a liberar sus sentimientos y no dudan en llamar «fascistas», «carcas» y «mostrencos» a los equipos directivos, inspectores y profesorado en general. Recogen lo que han sembrado. Algunos alumnos han llegado a revelar la profesión policial de los padres de profesoras sectarias y acomplejadas; hasta el punto de que su catalanismo falso las ha llevado a ser «confites» de la Inspección educativa. Sigue leyendo
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