
Pedro «Plagio Cum Fraude y Falconetti», todavía presidente del Gobierno en funciones. Fotocomposición capturada en facebook, sin permiso del autor.
Es una vergüenza tener un presidente como el que tenemos. Ha heredado todo lo malo de ZParo, ocupándose y preocupándose de cuestiones que nada interesan a los españoles, sobre todo de cara al futuro: empezando por Franco y su sepultura en Cuelgamuros –eso no quiere decir que el cuerpo del Generalísimo siga allí– y siguiendo por la ocultación de la compra de votos en Andalucía.
Jamás en España había habido «un presidente tan incompetente y ridículo», como dice hoy la prensa inglesa. También los medios alemanes le acusaron el domingo pasado de «fantasma» y de estar preocupado por los muertos, abandonando a los vivos. Ahora, con la campaña electoral cercana, solo se dedica a «falconear» (de un sitio a otro con el Falcon, de ahí el apodo de «Falconetti«) y a comparar votos, diciendo barbaridades sobre las jubilaciones.
Hace unos días decía que «tenemos las jubilaciones más altas de Europa, en proporción a lo que han cotizado los españoles» y hasta el exministro, Solchaga, ha redundado en esta reflexión, afirmando que ningún español ha cotizado lo que cobrará como jubilación. ¡Chupa del frasco, Carrasco! Incluso llegó a afirmar que «hay un margen importante para reducir las jubilaciones: de hasta un 42% en los próximos tres años». Entrecomillo para que no me acusen de plagiador, como han hecho altos cargos y hasta el propio presidente que, en un acto de vergonzonería, llegó a utilizar fondos públicos para rebatir las acusaciones sobre ello; unas acusaciones que se han demostrado como ciertas y vergonzosas.
Un presidente capaz de mentir en lo académico y en lo personal, es capaz de mentir en todas las facetas de la vida. De ahí que su credibilidad haya caído tantos enteros, sobre todo en el último año: no ha sido capaz de formar Gobierno ni ha sabido negociar (para él «negociar» es que la otra parte se ciña a sus antojos y ocurrencias). No ha movido un dedo y ha vaguado en exceso. Ni siquiera ha trabajado, pero ha cobrado desde el primer día, ha viajado para cuestiones personales con medios públicos y ha chuleado a periodistas y diputados, hasta que Casado le tapó la boca y Vox le puso contra el espejo de los crímenes, falsificaciones y atentados del socialismo en la historia reciente predemocrática.
En este momento los jubilados, especialmente, y todos los demás españoles tienen la palabra. Soportar un presidente así es llevar al país al ridículo permanente. En Europa ya no tiene recorrido. En EE.UU. le toman por el «pito de un sereno» y el «chocho de un mejillón». Parece que la única alternativa es deshacerse de él por la vía democrática, por eso el mejor comienzo es NO OTORGARLE VOTOS en las urnas e intentar que se vaya a hacer gárgaras con su equipo ministerial de pacotilla, insultadores y demás personal veleta y contradictorio.
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