Frente a ese «culo veo, culo quiero» se ha impuesto la malformación del «odio cuanto no sea lo que yo pienso».

Autobús que circula por Madrid propagando una realidad natural y sin estridencias.
Por Jesús Salamanca Alonso / Cada vez nos confunden más con un sinfín de estupideces que emanan de sectores asentados en el odio y en la tergiversación. Cuando las verdades lo son, no hace falta justificarlas, pero cuando se tiene dudas o se teme que algo se ha hecho mal, se alude a la tan manoseada «libertad de expresión», como si fuera un flotador. No está de más recordar cuánto se sabe y cuánto se recuerda, por eso es conveniente no olvidar las palabras del escritor y poeta británico Rudyard Kiplius: «Seis honrados servidores me enseñaron cuanto sé; sus nombres son: cómo, cuánto, dónde, qué, quién y por qué».
Ese es el caso de la ‘machirula‘, Rita Maestre, más conocida como la ‘asaltacapillas’. La tal Irene Montero, indigente intelectual en economía y en portavocía, que demuestra a diario lo bajo que ha caído el parlamentarismo español. Incluso, el tal Zapata, que confundía el humor negro con el odio hacia personas e instituciones. Todo quisieron ampararlo bajo la socorrida bandera de la «libertad de expresión». Y lograron sacar adelante sus insensateces gracias a abogados/as que jugaron con el lenguaje y que consiguieron ‘acojonar‘ a jueces sin convencimientos éticos, sin asentada moral y sin recursos legales que contraponer por falta de preparación jurídica. Frente a ese «culo veo, culo quiero» se ha impuesto la malformación del «odio cuanto no sea lo que yo pienso». Sigue leyendo
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